El mundo anda como enamorado. La gente por los pasillos camina con una liviandad conocida. Las sonrisas inundan los rostros, las carcajadas el ambiente. Todos parecieran andar en una sintonía celestial que al parecer vibra en una amplitud de onda demasiado baja para mis oídos. La melodía paradisíaca de la que todos hablan yo no la escucho. No me vibra ni si quiera un pelo. Al principio me pregunté si eran mis oídos, "¿seré yo la que esta fallada?" "¿Tendré algo malo?". Luego las tome con lo divino, con el universo y el destino. No me simpatizaba sentir que era la única que no escuchaba, y no entendía qué tenía que decir, qué aparato tecnológico tenía que encontrar o que prueba indispensable tenía que pasar para poder escuchar. Luego me pregunté si en verdad era realmente una melodía "¿No será a lo mejor algo que puedo ver y no oír?", "Quizás hay algo en el aire", "Quizás la gente está comiendo un fruto misterioso del que yo no me he dado por enterada". Pero nada, todo parecía apuntar a que la respuesta tenía que ver con la melodía ya mencionada. Comencé a cantar y tocar guitarra, a ver si podía crearla. Pero por más que me esforzaba, los ritmos y canciones que nacían no se comparaban con ésta melodía...o sea, eso asumí ya que ninguna de mis canciones me hizo tener esa expresión en el rostro que todos compartían. Finalmente un día me senté en el pasto, vi que la felicidad me rodeaba y concluí que no tenía ganas de seguir poniendo energía en algo que aparentemente no me tocaba. Agotada de tanto buscar, me puse mis audífonos, evadí discretamente toda esa felicidad que me tenía enferma (porque cuando uno no escucha lo de los otros, si no que cosas bien distintas, que te provocan cosas harto lejanas, pasa de pronto a ser un incomprendido. Y no encajas) y me puse a escuchar lo que me toca, que no será música de calidad...pero es lo que hay (por ahora...)
Gatuna - Todos los bailan...pero yo no bailo.
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